En el año de 1845, en Oaxaca fue
secundado el movimiento contra
Paredes por el general don Juan
Bautista Díaz; se nombró una
junta legislativa y un poder ejecutivo
compuesto de tres personas
que fueron nombradas por una junta de notables.
La elección recayó en don Luis Fernández del Campo,
don José
Simeón Arteaga y en mí (Benito Juárez), y entramos
desde luego a desempeñar este
encargo con que se nos honró.
Dada cuenta al gobierno general de este
arreglo, resolvió que cesase
la junta legislativa y que sólo don José Simeón
Arteaga quedara encargado
del poder ejecutivo del estado.
Yo debí
volver a la fiscalía del tribunal, que era mi puesto legal,
pero el gobernador
Arteaga lo disolvió para reorganizarlo con otras
personas, y en
consecuencia procedió a su renovación nombrándome
presidente o regente
como entonces se llamaba al que presidía el tribunal
de justicia del
estado.
El gobierno general
convocó a la nación para que eligiese sus
representantes con
amplios poderes para reformar la Constitución de
1824 y yo fui uno de
los nombrados por Oaxaca, habiendo marchado
para la capital de la
república a desempeñar mi nuevo encargo a
principios de
diciembre del mismo año de 1846. En esta vez estaba ya
invadida la república
por fuerzas de los Estados Unidos del Norte. El
gobierno carecía de
fondos suficientes para hacer la defensa y era preciso
que el Congreso le
facilitara los medios de adquirirlos. El diputado por
Oaxaca don Tiburcio
Cañas hizo iniciativa para que se facultara al
gobierno para
hipotecar parte de los bienes que administraba el clero a
fin de facilitarse
recursos para la guerra. La proposición fue admitida y
pasada a una comisión
especial, a que yo pertenecí, con recomendación
de que fuese
despachada de preferencia.
En 10 de enero de 1847 se presentó el dictamen
respectivo consultándose
la adopción de la medida que se puso
inmediatamente a discusión.
El debate fue sumamente largo y acalorado; porque
el partido moderado,
que contaba en la cámara con una grande mayoría,
hizo una fuerte
oposición al proyecto. A las dos de la mañana del día 11
se aprobó sin
embargo el dictamen en lo general; pero al discutirse en
lo particular la
oposición estuvo presentando multitud de adiciones
a cada uno de sus
artículos con la mira antipatriótica de que
aun cuando saliese aprobado
el decreto tuviese tantas trabas que no
diese el resultado que el Congreso
se proponía. A las diez de la mañana
terminó la discusión con la aprobación
de la ley, que por las razones
expresadas no salió con la amplitud que se deseaba.
Desde entonces el
clero, los moderados y los conservadores redoblaron sus
trabajos para destruir la ley y para quitar de la presidencia
de la república a don Valentín Gómez Farías, a quien consideraban como
jefe del partido
liberal. En pocos días lograron realizar sus deseos
sublevando una parte
de la guarnición de la [ciudad] en los momentos en
que nuestras tropas
se batían en defensa de la independencia nacional en
la frontera del norte
y en la plaza de Veracruz. Este motín que se llamó
de los
"polkos", fue visto con indignación por la mayoría de la república,
y considerando los
sediciosos que no era posible el buen éxito de su plan
por medio de las
armas recurrieron a la seducción y lograron atraerse al
general Santa Anna,
que se hallaba a la cabeza del ejército que fue a batir
al enemigo en La
Angostura y a quien el partido liberal acababa de
nombrar presidente de
la república contra los votos del partido moderado
y conservador; pero
Santa Anna, inconsecuente como siempre, abandonó
a los suyos y vino a
México violentamente a dar el triunfo a los rebeldes.
Los pronunciados
fueron a recibir a su protector a la villa de Guadalupe,
llevando sus pechos
adornados con escapularios y reliquias de santos
como "defensores
de la religión y de los fueros". Don Valentín Gómez
Farías fue destituido
de la vicepresidencia de la república y los diputados
liberales fueron
hostilizados, negándoseles la retribución que la ley les
concedía para poder
subsistir en la capital. Los diputados por Oaxaca no
podíamos recibir
ningún auxilio de nuestro estado porque habiéndose
secundado en él el
pronunciamiento de los "polkos", fueron destruidas las
autoridades legítimas
y sustituidas por las que pusieron los sublevados, y
como de hecho el
Congreso ya no tenía sesiones por falta de número,
resolví volver a mi
casa para dedicarme al ejercicio de mi profesión.
"Apuntes para mis hijos" Tomo I, capítulo 1.