domingo, 10 de febrero de 2013

Apuntes para mis hijos X

En el año de 1845, en Oaxaca fue secundado el movimiento contra 
Paredes por el general don Juan Bautista Díaz; se nombró una 
junta legislativa y un poder ejecutivo compuesto de tres personas 
que fueron nombradas por una junta de notables. 

La elección recayó en don Luis Fernández del Campo
don José Simeón Arteaga y en mí (Benito Juárez), y entramos  
desde luego a desempeñar este encargo con que se nos honró. 
Dada cuenta al gobierno general de este arreglo, resolvió que cesase 
la junta legislativa y que sólo don José Simeón Arteaga quedara encargado 
del poder ejecutivo del estado. 

Yo debí volver a la fiscalía del tribunal, que era mi puesto legal,
pero el gobernador Arteaga lo disolvió para reorganizarlo con otras
personas, y en consecuencia procedió a su renovación nombrándome
presidente o regente como entonces se llamaba al que presidía el tribunal
de justicia del estado.

El gobierno general convocó a la nación para que eligiese sus
representantes con amplios poderes para reformar la Constitución de
1824 y yo fui uno de los nombrados por Oaxaca, habiendo marchado
para la capital de la república a desempeñar mi nuevo encargo a
principios de diciembre del mismo año de 1846. En esta vez estaba ya
invadida la república por fuerzas de los Estados Unidos del Norte. El
gobierno carecía de fondos suficientes para hacer la defensa y era preciso
que el Congreso le facilitara los medios de adquirirlos. El diputado por
Oaxaca don Tiburcio Cañas hizo iniciativa para que se facultara al
gobierno para hipotecar parte de los bienes que administraba el clero a
fin de facilitarse recursos para la guerra. La proposición fue admitida y
pasada a una comisión especial, a que yo pertenecí, con recomendación
de que fuese despachada de preferencia. 

En 10 de enero de 1847 se presentó el dictamen respectivo consultándose 
la adopción de la medida que se puso inmediatamente a discusión. 
El debate fue sumamente largo y acalorado; porque el partido moderado, 
que contaba en la cámara con una grande mayoría, hizo una fuerte 
oposición al proyecto. A las dos de la mañana del día 11 se aprobó sin 
embargo el dictamen en lo general; pero al discutirse en lo particular la 
oposición estuvo presentando multitud de adiciones a cada uno de sus 
artículos con la mira antipatriótica de que aun cuando saliese aprobado 
el decreto tuviese tantas trabas que no diese el resultado que el Congreso 
se proponía. A las diez de la mañana terminó la discusión con la aprobación 
de la ley, que por las razones expresadas no salió con la amplitud que se deseaba.

Desde entonces el clero, los moderados y los conservadores redoblaron sus 
trabajos para destruir la ley y para quitar de la presidencia
de la república a don Valentín Gómez Farías, a quien consideraban como
jefe del partido liberal. En pocos días lograron realizar sus deseos
sublevando una parte de la guarnición de la [ciudad] en los momentos en
que nuestras tropas se batían en defensa de la independencia nacional en
la frontera del norte y en la plaza de Veracruz. Este motín que se llamó
de los "polkos", fue visto con indignación por la mayoría de la república,
y considerando los sediciosos que no era posible el buen éxito de su plan
por medio de las armas recurrieron a la seducción y lograron atraerse al
general Santa Anna, que se hallaba a la cabeza del ejército que fue a batir
al enemigo en La Angostura y a quien el partido liberal acababa de
nombrar presidente de la república contra los votos del partido moderado
y conservador; pero Santa Anna, inconsecuente como siempre, abandonó
a los suyos y vino a México violentamente a dar el triunfo a los rebeldes.

Los pronunciados fueron a recibir a su protector a la villa de Guadalupe,
llevando sus pechos adornados con escapularios y reliquias de santos
como "defensores de la religión y de los fueros". Don Valentín Gómez
Farías fue destituido de la vicepresidencia de la república y los diputados
liberales fueron hostilizados, negándoseles la retribución que la ley les
concedía para poder subsistir en la capital. Los diputados por Oaxaca no
podíamos recibir ningún auxilio de nuestro estado porque habiéndose
secundado en él el pronunciamiento de los "polkos", fueron destruidas las
autoridades legítimas y sustituidas por las que pusieron los sublevados, y
como de hecho el Congreso ya no tenía sesiones por falta de número,
resolví volver a mi casa para dedicarme al ejercicio de mi profesión.


"Apuntes para mis hijos"  Tomo I,  capítulo 1.

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