En agosto del mismo (1847) año llegué a Oaxaca. Los liberales aunque
perseguidos trabajaban con actividad para restablecer el orden legal, y
como para ello los autorizaba la ley, pues existía un decreto que expidió
el Congreso general a moción mía y de mis demás compañeros de la
diputación de Oaxaca reprobando el motín verificado en este estado y
desconociendo a las autoridades establecidas por los revoltosos, no vacilé
en ayudar del modo que me fue posible a los que trabajaban por el
cumplimiento de la ley que ha sido siempre mi espada y mi escudo.
El día 23 de noviembre (1847) logramos realizar con buen éxito un
movimiento contra las autoridades intrusas. Se encargó del gobierno el
presidente de la Corte de Justicia licenciado don Marcos Pérez. Se reunió
la legislatura que me nombró gobernador interino del estado.
El día 29 del mismo mes (noviembre 1847) me encargué del poder [ejecutivo], que
ejercí interinamente hasta el día 12 de agosto de 1848, en que se
renovaron los poderes del estado. Fui reelecto para el segundo periodo
constitucional que concluyó en agosto de 1852, en que entregué el mando
al gobernador interino don Ignacio Mejía. En el año de 1850 murió mi
hija Guadalupe a la edad de dos años, y aunque la ley que prohibía el
enterramiento de los cadáveres en los templos exceptuaba a la familia del
gobernador del estado, no quise hacer uso de esta gracia y yo mismo
llevé el cadáver de mi hija al cementerio de San Miguel, que está situado
a extramuros de la ciudad, para dar ejemplo de obediencia a la ley que las
[prerrogativas] nulificaban con perjuicio de la salubridad pública. Desde
entonces, con este ejemplo y con la energía que usé para evitar los
entierros en las iglesias, quedó establecida definitivamente la práctica de
sepultarse los cadáveres fuera de la población en Oaxaca.
Luego que en 1852 dejé de ser gobernador del estado se me
nombró director del Instituto de Ciencias y Artes y a la vez catedrático de
derecho civil.
"Apuntes para mis hijos" Tomo 1, Capítulo 1.
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