En el año de 1832 se inició una revolución contra la administración
del presidente de la república don Anastasio Bustamante, que cayó a
fines del mismo año con el partido escocés que lo sostenía. En principios
de 1833 fui electo diputado al Congreso del estado.
Con motivo de la Ley de Expulsión de Españoles dada por el Congreso
general, el obispo de Oaxaca, don Manuel Isidoro Pérez, no obstante de
que estaba exceptuado de esta pena, rehusó continuar en su diócesis y se
fue para España. Como no quedaba ya ningún obispo en la república,
porque los pocos que había se habían marchado también al extranjero,
no era fácil recibir las órdenes sagradas y sólo podían conseguirse yendo
a La Habana o a Nueva Orleáns, para lo que era indispensable contar
con recursos suficientes de que yo carecía. Esta circunstancia fue para
mí sumamente favorable, porque mi padrino conociendo mi imposibilidad
para ordenarme sacerdote me permitió que siguiera la carrera del foro.
Desde entonces seguí ya subsistiendo con mis propios recursos.
En el mismo año fui nombrado ayudante del comandante general
don Isidro Reyes, que defendió la plaza contra las fuerzas del general
Canalizo, pronunciado por el Plan de Religión y Fueros, iniciado por el
coronel don Ignacio Escalada en Morelia. Desde esa época el partido
clérico-militar se lanzó descaradamente a sostener a mano armada y por
medio de los motines, sus fueros, sus abusos y todas sus pretensiones
antisociales. Lo que dio pretexto a este motín de las clases privilegiadas
fue el primer paso que el partido liberal dio entonces en el camino de la
reforma, derogando las leyes injustas que imponían coacción civil para el
cumplimiento de los votos monásticos y para el pago de los diezmos.
En enero de 1834 me presenté a examen de jurisprudencia práctica
ante la Corte de Justicia del estado y fui aprobado expidiéndoseme el
título de abogado. A los pocos días la legislatura me nombró magistrado
interino de la misma Corte de Justicia, cuyo encargo desempeñé poco
tiempo. Aunque el pronunciamiento de Escalada secundado por Arista,
Durán y Canalizo fue sofocado en el año anterior, sus promovedores
siguieron trabajando y al fin lograron en este año destruir la
administración de don Valentín Gómez Farías, a lo que contribuyeron
muchos de los mismos partidarios de aquella administración, porque
comprendiendo mal los principios de libertad, como dije antes,
marchaban sin brújula y eran conducidos fácilmente al rumbo que los
empujaban sus ambiciones, sus intereses o sus rencores. Cayó por
consiguiente la administración pública de Oaxaca en que yo servía y fui
confinado a la ciudad de Tehuacán, sin otro motivo que el de haber
servido con honradez y lealtad en los puestos que se me encomendaron.
"Apuntes para mis hijos" Tomo 1 capítulo I.
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