sábado, 19 de enero de 2013
Apuntes para mis hijos VII
Revocada la orden de mi confinamiento volví a Oaxaca y me
dediqué al ejercicio de mi profesión. Se hallaba todavía el clero en pleno
goce de sus fueros y prerrogativas y su alianza estrecha con el poder civil
le daba una influencia casi omnipotente. El fuero que lo sustraía de la
jurisdicción de los tribunales comunes le servía de escudo contra la ley y
de salvoconducto para entregarse impunemente a todos los excesos y a
todas las injusticias. Los aranceles de los derechos parroquiales eran letra
muerta.
El pago de las obvenciones se regulaba según la voluntad
codiciosa de los curas. Había sin embargo algunos eclesiásticos probos y
honrados que se limitaban a cobrar lo justo y sin sacrificar a los fieles;
pero eran muy raros estos hombres verdaderamente evangélicos, cuyo
ejemplo lejos de retraer de sus abusos a los malos era motivo para que los
censurasen diciéndoles que "mal enseñaban a los pueblos y echaban a
perder los curatos". Entretanto, los ciudadanos gemían en la opresión y
en la miseria, porque el fruto de su trabajo, su tiempo y su servicio
personal todo, estaba consagrado a satisfacer la insaciable codicia de sus
llamados pastores. Si ocurrían a pedir justicia muy raras veces se les oía
y comúnmente recibían por única contestación el desprecio o la prisión.
Yo he sido testigo y víctima de una de estas injusticias.
Los vecinos del pueblo de Loxicha ocurrieron a mí para que elevase sus quejas e hiciese
valer sus derechos ante el tribunal eclesiástico contra su cura que les
exigía las obvenciones y servicios personales sin sujetarse a los
aranceles. Convencido de la injusticia de sus quejas por la relación que
de ellas me hicieron y por los documentos que me mostraron, me
presenté al tribunal o provisorato, como se le llamaba. Sin duda, por mi
carácter de diputado y porque entonces regía en el estado una
administración liberal, pues esto pasaba a principios del año de 1834, fue
atendida mi solicitud y se dio orden al cura para que se presentara a
contestar los cargos que se le hacían, previniéndosele que no volviera a la
parroquia hasta que no terminase el juicio que contra él se promovía;
pero desgraciadamente a los pocos meses cayó aquella administración,
como he dicho antes, y el clero, que había trabajado por el cambio,
volvió con más audacia y sin menos miramientos a la sociedad y a su
propio decoro, a ejercer su funesta influencia en favor de sus intereses
bastardos.
El juez eclesiástico, sin que terminara el juicio que yo había
promovido contra el cura de Loxicha, sin respetar sus propias decisiones
y sin audiencia de los quejosos, dispuso de plano que el acusado volviera
a su curato. Luego que aquel llegó al pueblo de Loxicha mandó prender a
todos los que habían representado contra él y de acuerdo con el prefecto
y con el juez del partido, los puso en la cárcel con prohibición de que
hablarán con nadie. Obtuvo órdenes de las autoridades de la capital para
que fuesen aprehendidos y reducidos a prisión los vecinos del citado
pueblo que fueron a la ciudad a verme, o a buscar otro abogado que los
patrocinase.
"Apuntes para mis hijos" Tomo 1.
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