domingo, 24 de marzo de 2013

Apuntes para mis hijos XII

El día 25 de mayo de 1853 volví al pueblo de Ixtlán, a donde fui a
promover una diligencia judicial en ejercicio de mi profesión. El día 27
del mismo mes fui a la villa de Etla, distante cuatro leguas de la ciudad, a
producir una información de testigos a favor del pueblo de Tecocuilco, y
estando en esta operación, como a las doce del día, llegó un piquete de
tropa armada a aprehenderme y a las dos horas se me entregó mi
pasaporte con la orden en que se me confinaba a la villa de Jalapa del
estado de Veracruz. El día 28 salí escoltado por una fuerza de caballería
con don Manuel Ruiz y don Francisco Rincón que iban igualmente
confinados a otros puntos fuera del estado.

El día 4 de junio llegué a Tehuacán en donde se retiró la escolta. Desde ahí dirigí una
representación contra la orden injusta que en mi contra se dictó. El día 25
llegué a Jalapa, punto final de mi destino. En esta villa permanecí 75
días, pero el gobierno del general Santa Anna no me perdió de vista ni
me dejó vivir en paz, pues a los pocos días de mi llegada, allí recibí una
orden para ir a Jonacatepec del estado de México, dándose por motivo de
esta variación el que yo había ido a Jalapa desobedeciendo la orden del
gobierno que me destinaba al citado Jonacatepec. Sólo era esto un
pretexto para mortificarme porque el pasaporte y orden que se me
entregaron en Oaxaca decían terminantemente que Jalapa era el punto de
mi confinamiento. Lo representé así y no tuve contestación alguna. Se
hacía conmigo lo que el lobo de la fábula hacía con el cordero cuando le
decía que le enturbiaba su agua. Ya me disponía a marchar para
Jonacatepec cuando recibí otra orden para ir al castillo de Perote. Aún no
había salido de Jalapa para este último punto cuando se me previno que
fuera a Huamantla del estado de Puebla, para donde emprendí mi marcha
el día 12 de septiembre, pero tuve necesidad de pasar a Puebla para
conseguir algunos recursos con qué poder subsistir en Huamantla, donde
no me era fácil adquirirlos. Logrado mi objeto dispuse mi viaje para el
día 19, mas a las diez de la noche de la víspera de mi marcha fui
aprehendido por don José Santa Anna, hijo de don Antonio, y conducido
al cuartel de San José donde permanecí incomunicado hasta el día
siguiente que se me sacó escoltado e incomunicado para el castillo de
San Juan de Ulúa, donde llegué el día 29.


El capitán don José Isasi fue el comandante de la escolta que
me condujo desde Puebla hasta Veracruz.

Seguí incomunicado en el castillo hasta el día 5 de octubre a las once de
la mañana en que el gobernador del castillo, don Joaquín Rodal, me
intimó la orden del destierro para Europa entregándome el pasaporte
respectivo.

Me hallaba yo enfermo en esta vez y le contesté al gobernador que
cumpliría la orden que se me comunicaba luego que
estuviese aliviado; pero se manifestó inexorable diciéndome que tenía
orden de hacerme embarcar en el paquete inglés Avon que debía salir del
puerto a las dos de la tarde de aquel mismo día, y sin esperar otra
respuesta él mismo recogió mi equipaje y me condujo al buque. Hasta
entonces cesó la incomunicación en que había yo estado desde la noche
del 12 de septiembre.

El día 9 llegué a La Habana, donde por permiso que obtuve del
capitán general Cañedo permanecí hasta el día 18 de diciembre que partí
para Nueva Orleáns, donde llegué el día 29 del mismo mes.














Iconografía Alberto Beltran.



"Apuntes para mis hijos". Tomo I capítulo 1.


jueves, 7 de marzo de 2013

Apuntes para mis hijos XI

En agosto del mismo (1847) año llegué a Oaxaca. Los liberales aunque
perseguidos trabajaban con actividad para restablecer el orden legal, y
como para ello los autorizaba la ley, pues existía un decreto que expidió
el Congreso general a moción mía y de mis demás compañeros de la
diputación de Oaxaca reprobando el motín verificado en este estado y
desconociendo a las autoridades establecidas por los revoltosos, no vacilé
en ayudar del modo que me fue posible a los que trabajaban por el
cumplimiento de la ley que ha sido siempre mi espada y mi escudo.


El día 23 de noviembre (1847) logramos realizar con buen éxito un
movimiento contra las autoridades intrusas. Se encargó del gobierno el
presidente de la Corte de Justicia licenciado don Marcos Pérez. Se reunió
la legislatura que me nombró gobernador interino del estado.

El día 29 del mismo mes (noviembre 1847) me encargué del poder [ejecutivo], que
ejercí interinamente hasta el día 12 de agosto de 1848, en que se
renovaron los poderes del estado. Fui reelecto para el segundo periodo
constitucional que concluyó en agosto de 1852, en que entregué el mando
al gobernador interino don Ignacio Mejía. En el año de 1850 murió mi
hija Guadalupe a la edad de dos años, y aunque la ley que prohibía el
enterramiento de los cadáveres en los templos exceptuaba a la familia del
gobernador del estado, no quise hacer uso de esta gracia y yo mismo
llevé el cadáver de mi hija al cementerio de San Miguel, que está situado
a extramuros de la ciudad, para dar ejemplo de obediencia a la ley que las
[prerrogativas] nulificaban con perjuicio de la salubridad pública. Desde
entonces, con este ejemplo y con la energía que usé para evitar los
entierros en las iglesias, quedó establecida definitivamente la práctica de
sepultarse los cadáveres fuera de la población en Oaxaca.

Luego que en 1852 dejé de ser gobernador del estado se me
nombró director del Instituto de Ciencias y Artes y a la vez catedrático de
derecho civil.
















"Apuntes para mis hijos" Tomo 1, Capítulo 1.